Propiedades de las gemas

“Belleza, durabilidad y rareza son las tres virtudes cardinales de una gema perfecta. La gemas que no poseen estas cualidades no pueden aspirar al rango de piedras preciosas”

 

G.F. Herbert Smith, autor de esta bella citación, fue un minerólogo británico que trabajó para el “British Museum of Natural History” y adquirió gran fama por haber desarrollado el primer refractómetro eficiente (el refractómetro es un instrumento usado en joyería para medir el índice de refracción de las gemas). Si bien los materiales minerales u orgánicos pueden ser usados como ornamento personal, una Piedra Preciosa se la puede definir como tal sólo si está dotada de una especial belleza, es durable y rara. Como su origen es del todo debido a la casualidad, las gemas son verdaderos milagros de la naturaleza. Todos estamos en grado de admirar la belleza de una gema pero si profundizamos nuestros conocimientos será mucho más gratificante poseerla. Los diamantes son piedras preciosas muy amadas y esto no sorprende si consideramos las fortunas invertidas en publicidad por parte de la Industria del Diamante.

De las gemas coloridas, la mayor parte de las personas no conoce exactamente su disponibilidad y menos aún el modo de determinar su valor. Existen quienes estarán en grado de mencionar nombres de piedras del mes o conocer variedades de las más famosas pero si algún conocido o familiar no trabaja en el sector la información general acerca del mercado de las gemas coloridas es muy precaria y superficial. Y esto es una verdadera pena ya que no es tan difícil convertirse en un experto comprador de gemas sin ser necesariamente millonarios. Las gemas coloridas ofrecen un vasto espectro de colores a precios razonables y muchas de ellas son de hecho más raras que los Diamantes, solo que menos famosas.

Gracias a los Diamantes muchas personas tienen nocion superficial de las 4 C (Colour, Cut, Clarity y Carat Weight = color, talla, pureza y peso en quilates) que constituyen un modo eficaz de describir la belleza de una gema y ofrecen un criterio adecuado de valoración para entrar en un terreno que nos parece bastante complejo. Las 4 C constituyen una sólida base sobre la cual emprender el viaje al conocimiento de los múltiples factores a tener en cuenta a la hora de adquirir una gema. Hablemos de estos factores en primer lugar y de su importancia y directa conexión con el valor final de la gema.

 

Color

El color es, obviamente, el factor más importante al evaluar gemas de color. Se estima que el color determina cerca de un 50 % del valor final de una gema. Tamaño (quilates), corte (o talla) y claridad tienen un efecto directo sobre el color de la gema.

 

Talla

Una de las ideas más equivocadas del corte o el tallado es su importancia sobre el valor total de una gema. En un conocido libro de gemas se afirma: “La talla es subjetiva y tiene un efecto mínimo o nulo sobre el precio de compra”. No estoy de acuerdo. El corte es para mí la segunda C en importancia. ¿Por qué? Aun cuando una gema bruta tenga un color excelente, un mal corte o tallado podrá menoscabar el efecto que la gema elaborada causara a la vista. Por el contrario, un cristal bruto de color común lucirá mucho con un buen corte. Un corte y tallado profesional también puede reducir el impacto visual de las inclusiones emplazándolas en puntos no directamente visibles.

 

Claridad

La mayoría de las gemas son cristalinas y poseen una “estructura cristalizada”, es decir, una ordenación tridimensional regular y repetida de sus enlaces atómicos. Por lo general constan de un solo cristal (macrocristalinas), como es el caso de la amatista, el zafiro y la turmalina. Otras gemas tienen una estructura cristalina tan fina que no es posible reconocer partes diferentes, ni siquiera bajo el microscopio. El término “criptocristalino” incluye gemas tales como el ágata, la calcedonia y el jade. Independientemente de su estructura cristalina, son muy pocas las gemas que crecen en la naturaleza sin factores perturbantes.

La formación de una gema suele estar sujeta a cataclismos, que dan lugar a pequeñas “inclusiones” naturales, también llamadas “impurezas”. Me parece que esto es tan inapropiado como llamar “fallas” a las leves irregularidades de una chaqueta de seda o a los nudos de una tabla de madera. Creo que se trata de su “personalidad natural”, distintivo de su unicidad que nos revela la relación natural de una gema con la tierra. Las inclusiones suelen ser microscópicas y se entrevén mejor mediante el aumento con una lupa de joyero o bajo el microscopio.

La claridad de una gema se determina por la cantidad y la ubicación de sus inclusiones. Por ejemplo, los grados de claridad de las gemas de color que establece el ente GIA (Gemmological Institute of America) son: sin impurezas visibles para el ojo, inclusiones leves, inclusiones moderadas, inclusiones notables e inclusiones intensas. Hay dos reglas elementales en cuanto a la claridad:

  • Cuanto mayor sea la claridad, mayor será el valor de la gema.
  • Las inclusiones que no interfieran con el brillo, el centelleo (destellos) y el fuego de una gema no afectarán a su valor.

Sépase, en todo caso, que hay gemas cuyas inclusiones peculiares, atractivas o fascinantes pueden aumentar su valor, como por ejemplo el asterismo de los rubíes estrellados.

Según su claridad, pero también según su composición química, su estructura cristalina y sus inclusiones, los diferentes tipos de gema tendrán inherentemente diferentes niveles de opacidad:

  • Opacos son por definición los materiales que no permiten el paso de la luz. Gemas opacas son p.ej. el ágata, el jade y el ónix.
  • Traslúcidas son las gemas que dejan pasar la luz, pero que no dejan ver nítidamente los objetos. Buenos ejemplos son el ópalo de fuego y el cuarzo rosa.
  • Transparentes son las gemas que dejan pasar la luz completamente. Una gema transparente deja ver nítidamente los objetos a través suyo. Por ejemplo, el zafiro y la tanzanita. Dado que afecta a la forma en que se percibe el color, el grado de transparencia y el brillo son cruciales para determinar el valor de las gemas transparentes.

Con la experiencia aprenderemos a esperar ciertos grados de claridad en ciertas gemas. Algunas variedades de gemas tienen siempre más inclusiones que otras. Ello no es ni bueno ni malo, sino la forma en que se presentan en la naturaleza. Para clasificar dichas diferencias naturales, el ente GIA (Gemmological Institute of America) divide las gemas en tres tipos según sus inclusiones:

  • Tipo I: este tipo de gemas se desarrollan sumamente puras en la naturaleza y no suelen tener inclusiones visibles a simple vista (p.ej. aguamarina).
  • Tipo II: este tipo de gemas suele desarrollarse en la naturaleza con algunas leves inclusiones.
  • que pueden llegar a verse a simple vista (p.ej. el rubí).
  • Tipo III: este tipo de gemas suele desarrollarse en la naturaleza con muchas inclusiones visibles a simple vista (p.ej. la esmeralda).

GIA no ha clasificado por tipos todas las gemas, sino solamente las más conocidas en el momento de desarrollar este sistema. Las gemas opacas y traslúcidas cortadas en cabujón no han sido “tipificadas” con este criterio. Sea como sea, no debe deducirse erróneamente que una piedra del tipo III es inherentemente inferior que una del tipo I.

 

Peso

Si es igual en todo lo demás, cuanto mayor sea la gema tanto más valdrá. Por lo general, el color y los efectos ópticos, tales como las combinaciones y los cambios de color se aprecian mejor en gemas grandes.

Las gemas se pesan tradicionalmente en quilates (1 quilate = 0,20 gramos, es decir, 200 miligramos). En las gemas que pesan menos de 1 quilate, su peso se expresa en unidades 100 veces menores: los puntos (p.ej. 50 puntos = 0,5 quilates). Con su origen en los bazares del Lejano Oriente, donde se usaban semillas de algarrobo para pesar las gemas, el peso del quilate se definió como 1/5 de gramo en Europa en 1907.

Pero, ¿por qué se usaban semillas de algarrobo para pesar las gemas en la antigüedad?

La razón radica en su peso y tamaño constantes. Ahora bien, no hay que confundir quilates y quilates. Los últimos miden la pureza del oro y se relacionan con los primeros únicamente por el uso de semillas de algarrobo para pesar la aleación agregada al oro puro.

Su grafía idéntica puede inducir a error, pero unos quilates se refieren al peso de las gemas y los otros quilates se refieren al grado de pureza del oro.

Las gemas grandes son menos comunes que las pequeñas. Una gema de 4 quilates es siempre mucho más valiosa que una gema de 1 quilate de igual calidad. No obstante, un grupo de gemas pequeñas puede costar más que una sola gema de igual peso que todas ellas si el coste del tallado de cada gema es superior a la diferencia en el precio. Por su relativa singularidad, los pares o series (suites) de gemas coincidentes se valoran más que las gemas individuales de igual tamaño y calidad.

 

Origen

¡Su pasaporte, por favor! Creo que la quinta C sería la “ciudadanía” de la gema, su origen. Similarmente a las marcas de prendas deportivas, las piedras con un “pedigrí histórico” rico en leyendas y tradición se suelen valorar más que las piedras que carecen de connotaciones históricas. Aunque no siempre tiene que ser así.

Por ejemplo la turmalina de Paraíba no se descubrió hasta 1989.

En un artículo de la revista “Coloured Stone”, su editor jefe David Federman comenta: “Orígenes resonantes tales como Cachemira y Mogok (Birmania) son factores fundamentales al tasar zafiros y rubíes, ya que pueden marcar diferencias del orden del 40 % en su valor”.

Esto tiene sentido si todos los demás aspectos son equivalentes y el origen está certificado, pero ¡no se olvide el lector de usar sus ojos! Siempre me ha parecido absurdo pagar un extra por una gema de baja calidad solamente por su “pedigrí”.

El lugar de origen no denota calidad, en todas partes hay buenas y malas calidades. Seguro que muchos lugares son conocidos por producir gemas de mayor calidad que otros, siendo su origen un indicativo de calidad, pero que nunca es absoluto. Por ejemplo, no todos los zafiros de Sri Lanka son de tal nivel de calidad como para merecer el calificativo “de Ceilán”.

Para mí el origen es una curiosidad remarcable, un atributo interesante que indudablemente confiere encanto a las gemas, pero en ningún caso algo que me lleve a adquirir una gema que en sí no me parezca atractiva.

Mientras que la indicación de los lugares geográficos debería hacerse solamente como denominación de origen de las gemas, según las directivas de la CIBJO el origen se considera una cuestión de opinión.

 

Rareza

Por definición todas las gemas son únicas pero, al igual que en la “Rebelión en la Granja” de George Orwell, algunas gemas son más únicas que otras. Al comprar gemas intentemos comprender qué hace que una gema sea “única”, pues de lo contrario este término se convertirá en una palabra vacía. Siento vergüenza ajena cuando escucho a algunos joyeros hablar por los codos sobre la singularidad sin ninguna contextualización. Si la singularidad es digna de mención, también es digna de calificar. Por ejemplo, la tanzanita es 1000 veces menos frecuente que los diamantes.

Hay tres formas, que pueden estar relacionadas, para describir la singularidad: geológica, de mercado y comparativa. Solo porque una gema sea geológicamente menos frecuente, no tiene por qué tener mayor valor en el mercado, y viceversa. La belleza, el marketing y la fama del nombre también tienen un papel importante. Basta con observar los diamantes. La singularidad puede ser un arma de doble filo, que en algunos casos puede poner en peligro la viabilidad comercial de las gemas, como p.ej. la tsavorita.

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